Sexo entre compañeros de clase ¿una mala idea?

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Llegar a la facultad después de haber pasado por el instituto puede ser un cambio bastante importante en la vida de cualquier estudiante, por razones bastante obvias. Acá ya somos mayores de edad, ya tenemos más responsabilidades, y en muchos casos, cambiamos ese colegio que nos queda tan cerca de casa por un edificio diez veces más grande, al que tenemos que llegar en auto o en transporte público. Hay quien incluso se muda de ciudad para poder estudiar en la universidad, abriéndose así un mundo nuevo para él. Nueva ciudad, nuevo lugar de estudio, nuevos amigos… y también nuevos intereses sexuales. Porque a los compañeros del instituto los conocemos desde hace tiempo, pero cuando llegamos a la facultad, de pronto estamos ante un montón de desconocidos y desconocidas que en algún momento podrían llamarnos la atención para algo más que para compartir apuntes.

Es todo un clásico, el tener relaciones entre compañeros, sean más serias o simplemente un rato divertido de placer. Y es que todos sentimos ese cosquilleo morboso cuando llegamos a clase y la chica que nos gusta se ha puesto tan bonita ese día, o cuando el chico que nos vuelve locas se pone a hablar con nosotras y a mirarnos directamente a los ojos. Somos compañeros, claro está, pero eso no significa que no podamos llegar un poco más allá y disfrutar del sexo como personas adultas, al fin y al cabo. Para muchos, sin embargo, esto solo supondría una complicación, porque hay ciertos tabúes en eso de salir con un compañero de clase, sobre todo por lo que pueda pasar luego si la relación no sale bien… Aquí vamos a intentar analizar las dos caras de todo esto, tanto  para lo bueno como para lo malo.

¿Es común tener sexo con compañeros de clase?

Nosotros consideramos que tener sexo con compañeros de clase puede ser algo bastante habitual, aunque es cierto que, como todo, dependerá de cómo seamos, de cuáles sean nuestros intereses y por supuesto, del tipo de relación que queramos mantener. La situación es sencilla: llegamos con 18 años a un lugar donde el número de potenciales parejas se multiplica por diez, y además pasamos mucho tiempo con ellas, porque son nuestros compañeros de clase. Como se suele decir, el roce hace el cariño, y tanta amistad puede pasar a algo mucho más intenso, si decidimos dar ese paso al frente. Si tenemos ese deseo sexual por otra persona, que además es compañero nuestro en la clase, ¿por qué no lanzarnos? Es algo que suele ocurrir a menudo y no es nada de lo que debamos avergonzarnos.

Sin embargo, también es cierto que este tipo de relaciones, sobre todo cuando son muy casuales, pueden provocar ciertos problemas en clase. Estas cosas al final se acaban sabiendo, y nos podemos ganar cierta fama, sobre todo para mal, entre nuestros compañeros. De la misma manera, si mantenemos una relación de amistad con ese chico con el que finalmente tenemos algo más, la situación luego puede ponerse un poco complicada. Si no sale bien, esa relación podría acabar también con la amistad que tenemos. Y aquí no podemos dejar de verlo, porque siendo nuestro compañero estará siempre en todas nuestras clases, como hasta ahora. Por eso hay que pensarlo dos veces antes de intentarlo con  un compañero de clase.

Ser más que compañeros

Como ocurre en cualquier lugar de estudio o de trabajo, cada persona tendrá un tipo de relación con los demás, que puede ser más o menos intensa, más o menos profunda. Si hay cien personas en nuestra clase es imposible que nos podamos hacer amigos íntimos de todos. Al final elegimos, por propio gusto, a los que serán nuestros amigos más cercanos, y el resto seguramente se queden como simples compañeros, con los que hablaremos de vez en cuando, los saludaremos y demás, pero no pasará de ahí. Si decidimos que uno de esos compañeros nos gusta y tratamos de tener algo más con ellos, la relación puede salir bastante bien, porque no hay una amista previa, y las intenciones son claras desde el primer momento. La cosa se complica, como ya hemos visto, cuando somos amigos de esa persona y queremos llegar más allá, porque esto puede suponer incluso una grieta en nuestro grupo de amigos.

Cómo puede afectar a nuestra relación

Si tenemos claro que esa persona nos gusta, y existe tensión sexual entre nosotros, dar el siguiente paso no debería costarnos tanto. Es cierto que hay que pensarlo, porque según las circunstancias, tal vez podamos encontrar más problemas de los que imaginábamos, sobre todo si esa relación casual va a afectar a más personas, a nuestro grupo de amigos, por ejemplo. Si la relación se queda solo ahí y somos personas maduras, tal vez ni siquiera los demás se enteren de que ha ocurrido algo entre nosotros. Pero al final estas cosas terminan sabiéndose y afectando al entorno, porque el equilibrio que se consigue en un grupo de compañeros es frágil y cualquier cambio lo puede echar abajo con mucha facilidad.

La relación que tengamos con el chico o la chica en cuestión también es importante a la hora de saber si entregarnos o no al placer con ella. Porque al final estamos hablando de poder tener algo puntual, o tal vez más intenso, con una persona que quizá no conocemos del todo. Si ya tenemos más confianza, si ese compañero ha pasado a ser nuestro amigo, o se sienta siempre con nosotros en clase, compartiendo grupos de trabajo y todo lo demás, iniciar una relación sexual con él puede ser complicado porque nos llevará a tener que andar con cuidado, para que el resto de cosas que compartimos no se vean afectadas.

¿Puede afectar a nuestro rendimiento escolar?

Este es otro de los temores que muchos tienen a la hora de atreverse a salir o simplemente disfrutar de un rato de pasión casual con un compañero de clase en la facultad. El rendimiento escolar debería estar por encima de todo lo demás en esta época, porque al fin  y al cabo la responsabilidad que tenemos es para con nuestros estudios. Si la relación con esa persona empieza a afectar a nuestro entorno, es posible que nuestro rendimiento también baje, aunque no tendría que ocurrir así siempre. Somos personas ya adultas y debemos serlo suficientemente maduras como para enfrentarnos a este tipo de problemas con la certeza de que saldremos reforzados, y siempre poniendo por delante nuestro rendimiento lectivo.